martes, 9 de junio de 2015

Los sombreros de las niñas




Sentadas bajo un pino se encontraban las dos hermanas.  María de 9 años, bordaba un pequeño paño al lado de su hermana Candelaria, que a sus 13 primaveras ya estaba terminando de bordar su primer juego de sábanas. Era la hermana mayor, y entre bodoco y bodoco, levantaba la vista para supervisar el trabajo de María, a la vez que echaba un vistazo a Fidel, de 7 años, que vigilaba atento su trampa para pájaros, y a Nieves de 4, que ese día se había propuesto cazar mariposas.


-¡Candelaria!¡Nieves me espanta los pájaros!_ Protestaba Fidel.

-No, Candelaria...¡Fidel me asusta las mariposas a mi!



La niña mayor, apartó un momento la labor. Cogió su pañuelo adornado con puntilla y punto de cruz, y se lo dio a Nieves. Recoge flores, mi niña, las más bonitas y coloridas que encuentres. Le dijo.

-¿Vas a hacer un ramo, Candelaria?
- Es una sorpresa._ Respondió su hermana.

Nieves obedeció encantada. ¡Le encantaban las sorpresas!

Fidel la miraba de reojo...

-¡Candelaria me lo ha dicho a mi!  Increpaba la niña desafiante...

-¡Eso son cosas de chicas!  Respondió Fidel, aunque en el fondo le molestaba no participar de la sorpresa de las niñas.

Cuando Nieves le entregó un ramillete de florecillas a Candelaria, ésta delicadamente, le decoró el sombrerito a la pequeña, a María, y el suyo propio.

Nieves bailaba y saltaba de felicidad, mientras María se colocaba su sombrero también encantada.

La pequeña corrió a coger mas flores, pero Fidel salió tras ella protestando...¡No hacen falta mas flores!¡ Deja eso ya!


Nieves aferraba las flores en sus pequeñas manos, mientras se defendía de su hermano.
Candelaria sabía que cuando los pequeños ocasionaban problemas era ella quien los pagaba por ser la mayor...¡Vasta, Nieves! ¡Fidel!

Fue María quien dio el aviso que llegaban papá y mamá. Los pequeños revoltosos salieron corriendo a su encuentro aún discutiendo...

La que se va a liar, suspiró Candelaria, mientras corría tras ellos para que no molestaran a sus padres que llegaban agotados tras haber pasado largas horas trabajando en el campo.


Nieves fue la primera en alcanzarlos. Se aferró a la falda de lana de su madre, y mostrando las maltrechas flores dijo: ¡Dame tu sombrero, mamá!

Fidel, que mantenía en sus manos aún algunas flores que le había conseguido arrebatar a su hermana momentos antes, le tendió las flores también a su madre haciendo alardes de caballero...


Mientras Candelaria observaba la escena sorprendida, su madre abrazaba a los niños.


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